jueves, 22 de noviembre de 2012

Música y emoción

¿Os habéis emocionado alguna vez escuchando música?

No me refiero a esa situación tan típica en la que veis una escena emotiva en alguna película y la intensidad de la música os lleva a la lágrima fácil. No, no es eso. Me refiero a esos momentos en los que escuchas sólamente la música. Y con escuchar sólo música me refiero a eso, a escucharla. Porque, ¿lo habéis hecho alguna vez? No poner la música de fondo mientras hacéis otra cosa; no, eso no es escuchar música. Lo que quiero decir es poner la música, cerrar los ojos y concentrarse en apreciar la melodía, los instrumentos, las sensaciones que despierta en tí,... Eso es escuchar música. ¿Me explico?

Es más fácil si la melodía no lleva letra; es decir, si escuchas música instrumental, de la que soy un apasionado: clásica y bandas sonoras, sobre todo. Pero también puede ocurrir con cualquier canción, siempre y cuando seas capas de abstraerte de la letra.

Hablo de la música en sí, no de un recuerdo o emoción asociados a ella.

Hoy me ha vuelto a pasar...

viernes, 9 de noviembre de 2012

Continuidad de los parques

Hace aproximadamente un mes me propuse ir a un taller de literatura organizado por la Biblioteca Pública Francisco Villaespesa de Almería. Debido a diversas circunstancias, finalmente no pude asistir. Sin embargo, mi amigo Antonio me mandó parte la tarea; el primer ejercicio consistía en continuar un texto de Julio Cortázar extraído de "Final de juego". Esta es mi continuación.

Levantó la vista del papel. Lentamente, echó la vista atrás. No puede decirse que se sintiera decepcionado, pero casi. Allí no había nadie. Dejó el lapiz sobre la hoja escrita y se levantó del sillón de terciopelo verde. Se acercó a la ventana. Su mirada se perdió más allá de los robles. Sus pensamientos estaban aun más allá.

Como ya le había sucedido tantas veces, se encontraba en un callejón sin salida. Había llegado a ese momento, ese punto en el que no sabía que dirección tomar, qué camino había de seguir. Eso lo paralizaba, lo aterraba, lo enfurecía. ¿Sería esta otra de sus historias inacabadas? Había habido tantas. Si se paraba a pensar, empezarían a volver a su mente. Una a una, como fantasmas que viniesen a atormentarle.

De repente, la puerta se abrió. Escuchó unos pasos, zapatos sobre el suelo de madera. Eran lentos, titubeantes. La imagen que vio reflejada en el cristal de la ventana lo horrorizó.